Para seguir el ideario de Francisco Varela, importa procurar ser fiel a su deseo de que sea continuado, porque él asume el territorio científico en que se mueve como una empresa en proceso y, por tanto, con tareas por completar. De esta manera, en sus claves del futuro de las ciencias cognitivas deja planteada la tarea de desarrollar una neurofenomenología. Un campo, señala, en el que esta todo por hacerse.
Investigadores de la Universidad de Wisconsin encabezados por Evan Thompson señalan que la la neurociencia “enfrenta un desafío, que consiste en proporcionar un marco explicativo que dé cuenta de la subjetividad y la neurobiología de la conciencia”[1].
Hay aquí, según estos investigadores, una brecha explicativa: La neurofenomenología es un programa de investigación científica, cuyo objeto es hacer progresos en aquellos aspectos asociados a la brecha explicativa de cómo se comprenden y relacionan las características neurobiológicas y fenomenológicas de la conciencia. Esta brecha, señalan estos investigadores, es conceptual, epistemológica y metodológica,.
En esa dimensión explicativa se sitúa la respuesta de Varela a esta “brecha”, poniendo su enfoque en activo. En una entrevista[2] del año 2000, dice que los versos de Oscar Hahn[3] “ningún lugar ésta aquí o está ahí”, cuestionan la perspectiva clásica de entender “el espacio como una cosa física, independiente del ser vivo”. Eso es, dice, un empiricismo de relativo primitivismo filosófico, porque si me hago una imagen interna de eso, toda noción del espacio físico (“independiente del ser vivo”) es demostrablemente falso.
Es interesante observar que en esta respuesta Varela pone en cuestión no solo la “tradición heredada en ciencia” (y por lo tanto el pensamiento de los filósofos de Círculo de Viena), sino también la versión de constructivismo que sucumbe a la representación, y que sostiene que un sujeto desde su interior proyecta un mundo hacia el exterior. Esto, dice Varela, sería una suerte de idealismo.
Su propuesta es encontrar una posición intermedia o una vía del medio del conocimiento.
En su postura el espacio no es ni afuera ni adentro. Afirma “el espacio que esta frente a mí, yo no lo puedo separar de los gestos que hago para apuntarlo…”. En la neurociencia, sostiene, esas mismas ideas se pueden ver encarnadas en el cuerpo. Dice, por ejemplo: “Esa lámpara que está allí no es separable de mi brazo”, las investigaciones neurocientíficas pueden demostrar que la percepción de mi brazo, las propia sensación de mi sentimiento de la posición del brazo, no es separable de que yo pueda señalar un “allá”.
Entonces, aquí está el corazón del pensamiento “en activo” de Varela, que lo lleva a afirmar que “las verdaderas unidades de conocimiento son de naturaleza eminentemente concreta, encarnada, incorporada, vivida.”
Ese espacio que puedo señalar como un “allá” lo estoy poniendo yo, dice Varela “pero no lo estoy poniendo de una manera arbitraria, lo estoy poniendo justamente en esta gestualidad que es la base de la vida animal (…). En el fondo, es esa capacidad de moverse que termina en un gesto, y es ese gesto, como se constituye la percepción y allí, tanto ésta como la acción, se hacen una sola cosa”.
Eso constituye el punto de vista enactivo en Varela.
No obstante, este no es el camino que ha seguida la ciencia en su desarrollo. Frederick Suppe (1979)[4], destacado filósofo de la ciencia, busca la comprensión filosófica de la ciencia con fundamento en la “concepción heredada” y nos señala que “a partir de los años ’20, se convirtió en un lugar común para los filósofos de la ciencia el construir teorías científicas como cálculos axiomáticos, a los que se da una interpretación observacional parcial por medio de reglas de correspondencia”. Termina afirmando que este análisis asignado como “concepción heredada” ha ocupado ampliamente el campo científico desde los años 20 hasta después los años 50 de manera prácticamente exclusiva.
El origen de estos enfoques científicos también conocido como enfoque sintáctico –axiomático, se cristaliza en el llamado Círculo de Viena, donde no había un acuerdo en el calificativo positivismo y empirismo para este enfoque científico. Pero algunos toman como criterio para hacer la distinción la liberación del principio “verificacionista del significado”, que es parte importante y central en este enfoque.
Es a este enfoque científico y que fue propuesto e implementado por los positivistas o empiristas lógicos a los que se enfrenta Varela. Estas ideas son las que dominan ampliamente y de manera especial la cultura científica europea de la cual es tributaria la cultura de nuestra América tan sensible a la tendencia “euro-centrista” dominante. En rigor, cuando se habla de “comunidad científica mundial”, se está hablando de este mundo de ideas, y de ahí se nutren mayormente los modelos pedagógicos que se aplican en nuestros países.
Esto da una señal de lo difícil que es intentar cambios en el campo de la educación.
Sin embargo, es interesante escuchar a Varela que en esta entrevista nos dice que “este cartesianismo occidental” (del cual no culpa a Descartes), es la tendencia espontánea al dualismo que no es ni occidental ni oriental, ni antiguo ni moderno: Es constitutivo en los animales, en los niños y en todas las culturas.
Varela nos señala que en todas partes ha habido gente capaz de desmontar esta idea, “sin embargo entender y encontrar maneras para realmente encarnar eso, deshaciendo, desmontando esa actitud natural, es otra cosa y ahí es donde yo siento que Occidente ha perdido trazas prácticas de transformación”.
Varela recuerda a Foucault para señalar que son prácticas de trabajo con la experiencia humana” Pero Occidente no tiene conciencia que las perdió y ante eso rescata la tradición budista, que siendo igualmente dualista que la occidental, tiene su tradición filosófica y su fenomenología de la experiencia.
Estas líneas han pretendido mostrar lo difícil de la tarea de innovar en educación. Como civilización casi estamos en una anomalía que perdura.
Del mismo modo, aplicar su perspectiva a la pedagogía implica hacerse cargo de lo que nos advierte en su artículo “Retro-perspectiva. Orígenes de una idea”, con la que cierra su obra “El fenómeno de la Vida”. Allí nos advierte: “en definitiva, una invención científica en cualquier campo requiere actores que sean sensibles a las anomalías que siempre nos rodean. Estas anomalías deben ser mantenidas en un estado de suspensión y cultivo mientras se es capaz de encontrar una expresión alternativa que reformule la anomalía como un problema central, tal y como la autopoiesis pone la autonomía al centro del problema de la vida y el conocer. Quizá el caso de la autopoiesis , en el que me ha tocado la fortuna de ser participe, pueda servir para ilustrar esta dinámica de la innovación y contribuir así a que el futuro de la ciencia en Chile sea responsable de cultivar sus sensibilidades propias y no sea un eco de tendencias de otras latitudes”.
Si hay un espacio donde campean sensibilidades que no son propias y responden a tendencias de otras latitudes, es en el de la educación. Las teorías y prácticas pedagógicas deben ser revisadas desde una perspectiva critica como lo ha hecho Paulo Friere, pero se requiere de un piso en el campo de las explicaciones científicas, Este es el aporte que creo hace Francisco Varela con su perspectiva “en activa”, la que podemos aplicar para el desarrollo de un nueva pedagogía.
[1]Thompson E., Lutz A., Cosmelli D., 2011, “Neurofenomenologia: una introducción para Neurofilósofos” en “La ciencia del Ser,” U. de Valparaíso, Editorial
[2] Varela F. 2000, “El fenómeno de la Vida” capítulo final Ed. Dolmen Chile
[3] Oscar Hahn,poeta y ensayista , Premio Nacional de Literatura 2012
[4] Suppe, F., 1979 “Estructura de las teorías científicas”, Editorial Editora Nacional Madrid