Hubo un error de la ministra y una sobre reacción de todos los sectores. Pero lo central de toda la inflada polémica no eran los hechos sobres los que se estaban discutiendo, sino que lo que se dijo, y el mundo que se construyó a partir de esas palabras.
Gregory Bateson, biólogo, antropólogo y uno de los principales teóricos de la segunda cibernética, para referirse al lenguaje expresó: “el nombre no es la cosa nombrada”. Él era heredero de la gigantesca empresa intelectual iniciada hace cien años, que se cristalizó en el seno del Circulo de Viena, y que defendía el empirismo, abogando por una concepción científica del mundo. Esa mirada dio forma a un “giro copernicano” en la comprensión del lenguaje.
El austriaco Ludwig Wittgenstein[1], siguiendo el pensamiento de los científicos del Círculo, planteaba en 1922 que el lenguaje “constataba”, pero luego cambió radicalmente esta concepción y sostuvo que, a trazos gruesos, que con el lenguaje generamos el mundo, dando forma a un nuevo giro, el “giro lingüístico” en la historia de la filosofía analítica del lenguaje, el paso del lenguaje constatativo al lenguaje performativo.[2]. En adelante, los estudios sobre el lenguaje se han enfocado en su centralidad en la relación humana, focalizados en los “juegos de lenguaje” con los que construimos eso que llamamos “realidad”.
Es decir, lo que hoy es central en el estudio del lenguaje no es “el mundo que retrata”, sino como mundo que construye con sus significados.
Por eso, es central el lenguaje en la práctica social y política, porque mediante él podemos vivir en justamente en un mundo de significados. Como sostiene Gergen[3], el principal teórico del construccionismo social, entendemos y valoramos el mundo y a nosotros mismos de las maneras que emergen de nuestra historia personal y de la cultura que compartimos. A partir de esta construcción, que es social, actuamos en términos de los que es real, racional, satisfactorio, verdadero o falso. Gergen subraya que cuando los mundos de significados están en conflicto, se corre un riesgo que puede llevar a la alienación, la agresión, socavando las relaciones y su potencial creativo.
En nuestro país en el último tiempo parecemos correr ese riesgo y eso tiene que ver con el uso que hacemos del lenguaje en la interacción social, esto es, en el espacio público. Así lo muestra, al menos claramente, el último episodio en que se vio envuelta la Ministra del Interior o se puede observar en el desarrollo de la Convención Constituyente.
Es decir, lo que hoy es central en el estudio del
lenguaje no es “el mundo que retrata”, sino como mundo
que construye con sus significados.
Pero hablemos de Izkia, ya que es un tema que ya está más frío.
¿Qué pasó con Izkia Siches?
En simple: La alta funcionario dio por hecho una situación de la que fue informada e hizo un juicio coherente con la gravedad de lo ocurrido. Posteriormente comprobó que la “constatación” de ese hecho por parte de ella no era correcta y procedió a dar las disculpas correspondientes. Responsable actitud de quien comprueba que su “constatación» no era como la hizo presente en su relato. Al parecer, el vuelo frustrado con inmigrantes, que no fueron aceptados en su país de origen, no existió. La aclaración de la situación pudo poner fin al episodio, pero no fue así.
Es claro que el hecho generado por un uso no correcto del lenguaje, y que provocó un terremoto político. Generó una “realidad política”: Peticiones de renuncia, anuncios de acusaciones constitucionales, acusaciones de ineptitud, entre otras. Los detractores, que también usan el lenguaje en la dimensión “constatativa” (cuestionada en el campo de la filosofía de la ciencia) salieron al paso de las declaraciones de la Ministra, trayendo a la mano una distorsión comunicativa de uso muy común en el diálogo político La “falacia ad hominem”
Por falacia se entiende algo que no es cierto, calificado comúnmente como mentira. Pero con mayor complejidad son errores lógicos en la argumentación, cuando las conclusiones no se derivan de las premisas contendidas en ésta. En este contexto “falacia ad hominem” es una expresión del latín usada para hacer referencia a las frases ofensivas que refutan el punto de vista de alguien no por razonamientos lógicos, sino por ataques a la persona que dio la opinión. La gestión de la Ministra, con tan solo no más de 20 días de cometido, fue el problema. No lo que efectivamente pasó.
Entonces, para la ministra el problema no era
que el avión retornara sin cumplir la misión,
sino el hecho que esos expulsados no hubieran
podido salir del país por un mal
manejo administrativo. Pero lo dijo mal,
Lo que pasó fue, como publicó en varios medios[4] a partir de un oficio de la PDI del 2 de Marzo, en esa fecha 23 ciudadanos venezolanos, detenidos en Arica, serían expulsados de Chile. Para eso se contrató un chárter de la Línea Aérea Sky, y cuando la operación estaba lista, un correo desde Venezuela comunicó que no autorizaba la llegada de esos expulsados. Es decir, el gobierno había programado su salida sin confirmar su recepción, en lo que es un evidente error de gestión. El resultado fue, como informaba el oficio. Que los 23 venezolanos fuera reingresados al centro penitenciario de Arica donde estaban.
Entonces, para la ministra el problema no era que el avión retornara sin cumplir la misión, sino el hecho que esos expulsados no hubieran podido salir del país por un mal manejo administrativo. Pero lo dijo mal, hasta con sarcasmo, y el curso que tomó la reacción no guardó proporción con la gravedad de los hechos. Visto así, aparece una especie de campaña que más parece un intento de “asesinato de imagen” que el sano ejercicio democrático de criticar la mala gestión de los servidores públicos.
Sería conveniente que buena parte de los que opinan en el campo de la política asuman los desarrollos de la ciencia, especialmente la lingüística y la biología cibernética.. Esta última nos muestra empíricamente que no tenemos acceso a una realidad independiente del observador. Por ello afirma y demuestra que todo juicio de error es posterior a la experiencia. Comprueba, además., que lo que llamamos “realidad”, (¿objetividad?), es construida en el lenguaje. Por algo reza una afirmación de la perspectiva constructivista en ciencia social que dice que “la observación habla más del observador que de lo observado”.