Artículo publicado originalmente en La Tercera, el 7 de abril de 2020.
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Cada año en invierno, el Minsal planifica en enero la “Campaña de Invierno” para hacer frente al aumento de casos de VRS (virus respiratorio sincicial) e influenza A. Todos los años, el peak supera entre junio y julio los 5.000 casos y una tasa de mortalidad de alrededor de 20 casos. El personal de salud tiene una enorme experiencia y pasan cada año la prueba no sin dificultades.
El coronavirus es un virus que se diferencia de los otros por la rapidez de contagio. El riesgo de no controlarlo ya es que se junte con los de invierno y colapse el sistema. Por eso se ha casi duplicado el número de camas y la vacunación temprana, pese a las restricciones de la cuarentena, ha alcanzado números históricos.
Más allá de las medidas técnicas adoptadas en nuestra experiencia, trabajando desde hace más de 10 años con distintos servicios de salud del país, los factores críticos de éxito de cualquier programa de salud, incluso en la emergencia o las catástrofes que nos han afectado esta última década, son los propios equipos de salud.
Sabemos que estos equipos trabajan en duras condiciones, con falencias de recursos, en condiciones críticas, pero siempre con gran compromiso, profesionalismo y dedicación. Más allá de las directrices ministeriales, la clave la tienen los equipos clínicos y administrativos que diariamente están en la primera línea arriesgando su propia salud por sus pacientes.
La clave para afrontar lo que vivimos, como nos están enseñando los numerosos equipos hospitalarios y de los propios servicios de salud, está en centrarnos en el nivel de liderazgo intermedio. Aquel liderazgo operativo de los equipos de trabajo, donde observamos un liderazgo interdependiente, no polarizado, donde se es capaz de afrontar los desafíos sin caer en las ansiedades primitivas que emergen en estas situaciones.
Desde la experiencia que estamos observando, lo que cabe es detenernos a valorar la capacidad de los equipos de salud que han sido capaces de lograr acuerdos para abordar el escenario de pérdidas y mantención de la respuesta de vida.
Este es el liderazgo con madurez, no narcisista, capaz de llegar a acuerdos aunque no haya reconciliación nacional, ni ayer ni hoy. Un liderazgo que, sin visión compartida, es capaz de articularse sobre lo que se tiene y sobre el valor que está en juego. Estos equipos de salud están impulsados a la acción, a partir de visiones encarnadas surgidas de las microprácticas que funcionan día a día, generando focos de acción orientada por referentes relacionales y por poner en el foco a las personas.
Qué diferente sería si nuestras autoridades y el mundo político se guiase por una acción como la que los equipos de salud nos están mostrando, donde el liderazgo opera desde una acción con sentido.