La madurez política de los chilenos se pone a prueba en la consulta plebiscitaria donde la sensatez aconseja votar por la aprobación de la propuesta de la Convención. No solo porque es mejor para los chilenos, sino que porque abre un camino para que se comprenda de otra manera la convivencia y el respeto por el otro en nuestra sociedad,
La vida social (y también la política) es construida por las coordinaciones de conductas de quienes participan en un espacio compartido de convivencia social. Estas coordinaciones de conductas se ejecutan mediante el uso del lenguaje, por ello se dice que la cultura son redes de conversaciones.
Pero estas redes no surgen de la nada. Operan sobre la base de la experiencia de los sujetos en su ámbito de acción y ellas dan forma a las explicaciones sobre el mundo que habitan. El sustrato de ellas va quedando en su memoria y va constituyendo su sistema de creencias y de valores que median su actitud de relación con el mundo. A esta actitud es la que los fenomenólogos (como Husserl)[1] llaman “actitud natural”.
Sin percatarnos de los supuestos que guían nuestra acción en un terreno social compartido, creemos que el mundo es como lo vemos. Cuando una gran mayoría coincide en una visión de la experiencia y del mundo se le suele llamar “sentido común”.
El sentido común nos dice, por ejemplo, que el sol “sale” todas las mañanas y se “pone” todas las tardes. Pero, como sabemos, en el siglo XVI, el astrónomo polaco Copérnico y Galileo cien años después, demostraron que en realidad era el sol, y no la Tierra, el que se encontraba en el centro del universo, y eran los planetas los que giraban en torno al sol. Por lo tanto, el sol no sale ni se pone.
Cuando una gran mayoría coincide en
una visión de la experiencia y del mundo
se le suele llamar “sentido común”.
Ese cambio de mirada, que se conoce como el “giro copernicano”, constituye lo que se llama un cambio de paradigma.
Cómo se constituye un paradigma
Un paradigma puede describirse en tres dimensiones, donde cada una corresponde a una pregunta.
La primera dimensión es la pregunta por la realidad, conocida como pregunta “ontológica” (¿Qué es lo real?). A partir de su respuesta se construyen las teorías que nos conectan con esa manera de ver la realidad.
La segunda dimensión subyace a la pregunta “epistemológica”, o sea, a la pregunta por el conocimiento: ¿Cómo sé que sé?
Y a tercera dimensión del paradigma responde a la pregunta “metodológica”, y se traduce en el modo de hacer algo concreto y práctico con ambas dimensiones anteriores.
En nuestra acción cotidiana, todos usamos las respuestas a esas tres preguntas para desarrollar nuestra vida. A veces ni siquiera hemos formulado estas preguntas explícitamente, pero su respuesta determina nuestro modo de actuar en la vida. Los psicoanalistas lo denominan “conducta inconsciente” o también el “yo onto-epistémico”, es decir aquello que da forma a nuestro” yo”, o nuestra identidad.
Si bien podemos vivir de acuerdo a un paradigma, sin responder a las preguntas, caemos en lo que Edgar Morín llamó “la ceguera del conocimiento”.
En octubre de 1999, la UNESCO[2] publicó un artículo con la mirada de Morin a la educación del futuro desde el pensamiento complejo que él desarrolla. Allí, el francés distingue como una ineludible tarea de la educación el enseñar un conocimiento capaz de criticar el propio conocimiento. Dice el documento de la Unesco que hay que “dotar a los alumnos de la capacidad para detectar y subsanar los errores e ilusiones del conocimiento, al mismo tiempo, enseñarles a convivir con sus ideas sin ser destruidos por ellas”.
En términos simples: Si los estudiantes comprenden porqué y cómo saben lo que saben podrían superar la “ceguera del conocimiento”.
Cómo responder a la pregunta
Es claro que este primer saber (“cómo sé que sé”) no se desarrolla en nuestro sistema educativo con la debida atención, profundidad y dedicación. Y en los actuales debates acerca de la nueva Constitución, eso se revela en el sectarismo y la rigidez de las conversaciones. Se toma una realidad y se contrasta con otra, sin que se explicite como se construyó esa realidad y el diálogo de “ciegos del conocimiento” se convierte también en un diálogo de sordos.
Pero esa reflexión epistemológica ausente, tiene un ya largo desarrollo en la ciencia, y recorrer ese camino nos puede orientar en esto tiempos de ceguera.
Se toma una realidad y se contrasta con otra,
sin que se explicite como se construyó esa realidad y
el diálogo de “ciegos del conocimiento” se convierte
también en un diálogo de sordos.
Lo dicen muchos académicos: Se está produciendo un giro paradigmático[3] en las ciencias sociales, donde la informática, la neurociencia y la lingüística convergen en una perspectiva unificada de los fenómenos de la percepción y el conocimiento.
Por un lado, el biólogo chileno Francisco Varela lleva la tradición fenomenológica de la filosofía a la ciencia, que reconoce que estar en un mundo resulta inseparable de nuestro cuerpo, nuestro lenguaje y nuestra historia social”. Es decir, el conocimiento no es una teoría que explica cosas. El conocimiento, en rigor, es ontológico, habla sobre el conocimiento, es – en palabras de Varela – metateórico
A este enfoque científico se le ha dado el nombre de “giro ontológico”, porque comprende también de otra manera cómo se adquiere ese conocimiento. Los sistemas vivos – dice esta mirada- operan con “clausura operacional”, es decir que no tienen una relación de input y output con el medio, sino que su relación con el medio se desarrolla entretejida unitariamente por líneas que abarcan la relación cerebro-cuerpo-ambiente como un todo.
Como un sistema integrado de elementos y no como un ente que absorbe o rechaza el conocimiento que proviene del exterior.
Esta visión está ausente en la pedagogía y en los sistemas educativos, pero lo está también en la política y en la comunicación social.
El camino correcto
Estas nuevas perspectivas nos invitan a abandonar las certezas porque aceptan que no existe una verdad única, y que cualquier verdad tampoco se transmite automáticamente a quienes la escuchan, porque no es esa la manera en que el ser humano se aprende.
Entonces si a eso se suma la imposibilidad de recurrir a la llamada “realidad” para fundamentar mis creencias, la única alternativa es dialogar aceptando al otro, cuya puede ser mirada distinta, a la mía, pero es igualmente legítima.
Pero este no es un mero argumento retórico que se puede emplear en un debate televisivo antes de plantear mi opinión.
De lo que se trata esta perspectiva es que debe haber un diálogo permanente en la construcción de miradas de futuro, y eso justamente es lo que subyace a discusión constitucional hoy, que busca definir un marco legal para construir y gobernar el país. Creer que el diálogo de hoy debe establecer certezas más que que espacios de diálogo es permanecer en la “ceguera del conocimiento”.
Hay una distinción básica en estas discusiones. Una cosa es el proceso y otra cosa son los contenidos. Son dos niveles diferentes y confundirlos puede acarrear graves consecuencias como lo muestra el testimonio de tantos proceso frustrados a través de la historia.
Uno de los padres de la visión de la segunda cibernética (o biocibernética), el científico austriaco Heinz von Foerster, nos muestra como ella se expresa en la comunicación humana. Sostiene que hay dos marcos de considerar la comunicación. El “semántico” y el “estratégico, político, funcional e interaccional” , que resume llamando “marco de referencia político”. Una responde al significado de las conversaciones y la otra al poder social que existe entre los participantes de un proceso de comunicación.
Este distingo entre semántica y política, señala von Foerster, se presta también a una complementariedad “recursiva” en los casos que un significado semántico provee pautas de organización política, que después reconducen a un significado semántico, Así semántica y político se nutren una a la otra.
Redactar un texto como una propuesta de Constitución Política para un país supone ir al encuentro de marcos semánticos y políticos interrelacionados como complementariedades recursivas.
La lectura del borrados constitucional muestra un grado alto y muy importante de esta complementariedad recursiva. No obstante hay espacios menores pero importantes en que ello no es tan claro, y exigen precisiones para lograr un texto coherente y en su contenido recursivamente complementario, en cuanto a sus marcos de referencia semántico y político.
Pero está en la dirección correcta. En la construcción de un espacio de diálogo y en la posibilidad de que quienes discutirán como implementarla estarán abiertos a preguntarse por los orígenes de cada uno de los conocimientos, y de esa manera superar la ceguera.
Fuera del histrionismo con que algunos agentes políticos acostumbran a plantear sus posiciones, el texto es un avance importante para apoyar la construcción de un Chile más igualitario, inclusivo y democrático. El marco de referencia semántico hace que el debate sea confrontacional, pero sería un grave error cuestionar todo el texto y desestimar el marco de referencia político que fija la estrategia para superar los problemas del país.
El marco de referencia semántico hace que el debate
sea confrontacional, pero sería un grave error cuestionar
todo el texto y desestimar el marco de referencia político
sta confusión es grave porque rechazar el texto significa detener el proceso político de cambios que está instalado desde antes de la protesta social en Chile. La madurez política de los chilenos se pone a prueba en la consulta plebiscitaria donde la sensatez aconseja votar por la aprobación de la propuesta de la Convención, generando mecanismos para perfeccionar después del plebiscito los aspectos que requieren explicitación y mayor precisión. Esta propuesta sienta las bases para un nuevo pacto social histórico que de ser aprobado, permitirá desplazar el poder para construir todos juntos un país que sea efectivamente la “casa de todos”.